Durante
los últimos años han surgido nuevas evidencias científicas acerca de la
relación entre el estado nutricional y la salud mental de las personas.
La
dieta occidental y el aumento de las cifras de obesidad se relacionan con
procesos de inflamación crónica, que pueden contribuir al desarrollo de depresión
y de otras enfermedades mentales graves.
Así los
profesionales de la enfermería encargados del cuidado, prevención y educación
del paciente pueden ofrecer consejos nutricionales basados en la evidencia
científica. Los datos que a continuación se muestran están extraídos de revisiones
bibliográficas en PubMed (publicaciones médicas).
Numerosos
estudios relacionan el consumo de determinados alimentos como snacks salados, dulces, grasas trans,
azúcares refinados, harinas refinadas y carnes procesadas entre otros, con un
proceso
inflamatorio crónico corporal.
A su
vez existen estudios que relacionan la dieta de alta calidad, rica en fibras, vegetales, pescado y legumbres,
con una disminución plasmática de los marcadores inflamatorios.
El proceso inflamatorio
produce disfunciones en el endotelio se liberan sustancias al organismo como citoquinas (IL-1ß, TNF-a, IL-6), homocisteína, o la proteína C reactiva que recientes
estudios están comenzando a relacionar con el desarrollo y mantenimiento de
síntomas depresivos. Hay estudios que demuestran que la remisión de la
depresión se acompaña de una normalización de estos marcadores inflamatorios. Otras
enfermedades mentales graves, como la esquizofrenia, el estrés postraumático o
el trastorno bipolar están también relacionadas con la inflamación crónica.
El déficit de nutrientes, como los ácidos grasos esenciales, el hierro, el folato,
la vitamina B12, el selenio o el calcio implican
problemas de salud, entre los que se encuentran la depresión, la ansiedad, la demencia,
la falta de concentración y la refractariedad al tratamiento farmacológico
psiquiátrico. Por esto último, debería tenerse en cuenta el estado nutricional
de las personas con desórdenes mentales, y en caso necesario se administrar
suplementos.
Diversos
estudios, han probado que
el consumo de
ácidos grasos poliinsaturados (presentes
en el pescado,
la comida marina y los aceites vegetales) tienen efectos antiinflamatorios
que contribuyen a la prevención de aparición de trastornos afectivos (depresión
y trastorno bipolar). Además, potencian la transmisión de dopamina y
serotonina, que es disfuncional en los pacientes deprimidos, debido a que
interfieren en las propiedades de las membranas celulares.
El ácido fólico y la
vitamina B12 pueden modular el estado
anímico ya que son necesarios en la síntesis del metabolismo de la serotonina y
otros neurotransmisores. La deficiencia de ácido fólico produce fatiga,
confusión, demencia, irritabilidad; la deficiencia de vitamina B12 pérdida de
la memoria, disfunción mental y depresión.
Los
antioxidantes como la vitamina C y E se
han relacionado con la prevención de los trastornos del ánimo. La vitamina C o ácido
ascórbico (de origen natural) es un
potente antioxidante que es necesario para la prevención del estrés oxidativo,
de hecho, ningún
otro antioxidantes reduce su nivel hasta que el ácido ascórbico se encuentra
muy disminuido. Pequeños estudios han demostrado que suplementos
altos en vitamina C reducen la severidad de los desórdenes del ánimo, así como
las puntuaciones de depresión en individuos saludables. La vitamina E (tocoferol) representa
el mayor grupo de antioxidantes lipídicos solubles que protegen la membrana de
la peroxidación.
El selenio
actúa como regulador del ánimo e interviene en la función inmune. Se sabe que
de forma específica, durante los momentos de deficiencia sistémica, el cerebro
retiene selenio a expensas de otros tejidos corporales como el músculo, riñón y
el hígado. El selenio también es importante para el funcionamiento de las
hormonas tiriodeas. La deficiencia de selenio afecta a la función inmune. Como
antioxidante el selenio el selenio es un componente esencial de la enzima
antioxidante glutatione peroxidasa, la cual desecha el peróxido de hidrógeno,
protegiendo los nervios de la lipoperoxidación y el daño tisular.
El déficit
de hierro,
produce síntomas como irritabilidad, apatía y falta de concentración, y se ha
relacionado con la depresión. La deficiencia de hierro altera la mielinización
así como el metabolismo de los neurotransmisores, en la función de los procesos
oxidativos y celulares, así como el metabolismo de la hormona tiroidea. La disminución
en la reserva de hierro en el cerebro puede disminuir la actividad de las
enzimas dependientes de hierro que son necesarias para la síntesis, función, y
degradación de dopamina, serotonina, y noradrenalina. Fatiga, irritabilidad,
apatía y la incapacidad para concentrarse son síntomas frecuentes de
deficiencia de hierro. La deficiencia de hierro sin anemia se asocia con altos
puntajes de depresión entre mujeres jóvenes que toman anticonceptivos orales.
La deficiencia
de zinc
produce inmunosupresión, que es otra causa relacionada con el desarrollo y la
prevalencia de síntomas depresivos hasta el punto que el tratamiento con
inmunosupresores se ha relacionado con un aumento del riesgo de desarrollar
depresión. La mayor parte del zinc se localiza dentro de las vesículas
sinápticas de neuronas específicas, en donde se piensa que modula la
transmisión sináptica y puede por sí mismo actuar como un neurotransmisor. El
zinc también es necesario para la síntesis de ADN y la estabilización de la
membrana celular. Es esencial para la estructura y función de proteínas
sinápticas, estructuras y regulación. La deficiencia de zinc causa
inmunosupresión.
En
Japón se ha realizado recientemente un estudio que relaciona el bajo consumo de
sal con malestar psicológico. Aunque
el mecanismo por el que este fenómeno se produce no está claro, los autores lo
relacionan con la disminución de formación de mineralocorticoides,
sin los cuales hay más riesgo de depresión mediada por estrés.
Desde
la comunidad científica se está poniendo en cuestión el alto consumo de azúcares, harinas refinadas y gluten que
predomina en la dieta actual, ya que estos tres elementos potencian la
inflamación crónica y se están relacionando fuertemente con problemas mentales,
cáncer, infertilidad, y resistencia a la insulina entre otros.
Así
mismo un estado nutricional deficiente puede hacer que la medicación psiquiátrica no sea eficiente, es decir, la
medicación puede ser incapaz de actuar sobre un cerebro malnutrido. Varios
estudios recientes han ilustrado esto último. De tal forma que se ha utilizado
el àcido graso Ω-3-polinsaturado y ácido fòlico en suplementos administrados de
forma independiente para tratar individuos con "resistencia al tratamiento
antidepresivo".
Ácidos grasos, el ácido linolénico y el ácido alfa-linolénico son los padres de los ácidos grasos de las familias Ω-6 y Ω-3. Estos ácidos grasos se consideran esenciales porque no pueden ser producidos por el organismo, los encontramos tanto en productos de origen animal como vegetal, como el aceite de lino, el de oliva y los de otras semillas como el sésamo, en los frutos secos y en las grasas de los pescados, en los quesos especialmente los de leche cruda de animales más pequeños como la cabra o la oveja. Cabe decir que los aceites han de ser de primera prensión en frío si queremos que sean una medicina y un alimento al mismo tiempo. Las proporciones entre ácidos grasos son muy importantes y las variaciones han sido drásticas a medida que los cambios de la nutrición occidental y consumista de producto procesado y rápido se han afianzado, y han ido a la par del incremento de problemas mentales y tasas de suicidio según los estudios, de hecho la proporción Ω6:Ω3 ha variado sustancialmente siendo por ejemplo en la población de EEUU de 1:1 en 1890 y de 10:1 y hasta 25:1 en 1987.
Ácidos grasos, el ácido linolénico y el ácido alfa-linolénico son los padres de los ácidos grasos de las familias Ω-6 y Ω-3. Estos ácidos grasos se consideran esenciales porque no pueden ser producidos por el organismo, los encontramos tanto en productos de origen animal como vegetal, como el aceite de lino, el de oliva y los de otras semillas como el sésamo, en los frutos secos y en las grasas de los pescados, en los quesos especialmente los de leche cruda de animales más pequeños como la cabra o la oveja. Cabe decir que los aceites han de ser de primera prensión en frío si queremos que sean una medicina y un alimento al mismo tiempo. Las proporciones entre ácidos grasos son muy importantes y las variaciones han sido drásticas a medida que los cambios de la nutrición occidental y consumista de producto procesado y rápido se han afianzado, y han ido a la par del incremento de problemas mentales y tasas de suicidio según los estudios, de hecho la proporción Ω6:Ω3 ha variado sustancialmente siendo por ejemplo en la población de EEUU de 1:1 en 1890 y de 10:1 y hasta 25:1 en 1987.
En el
caso de la ANSIEDAD una alimentación deficiente está relacionada directamente
con los trastornos del sueño, del ánimo y de la aparición de la ansiedad.
Alimentos
pobres en vitaminas, minerales, de alto valor calórico y rápido son hábitos que
han incidido directamente con el aumento de los trastornos de ansiedad.
Cuando
se percibe el entorno como amenazante se ponen en marcha recursos adaptativos,
que a veces pueden ser ineficaces o inadecuados dando como resultado respuestas
hiperreactivas cuando se entra en pánico. Estos episodios limitan a la persona,
disminuyen su autoestima y su calidad de vida. Los estados de ansiedad afectan
a la cognición (atención, concentración y memoria), afectan al físico
(palpitaciones, ahogo subjetivo, insomnio, sudoración, temblor, hormigueo,
inquietud, mareo, cefalea, nauseas, vómitos, opresión torácica, etc.), afectan
al mental (irritabilidad, temor y frustración), y también afectan al estado de
ánimo (tristeza y sensación de vacío).
Como
hemos dicho antes los elementos como el hierro (Fe), ácido fólico, selenio (Se),
calcio (Ca), ácidos grasos esenciales y la vitamina B12, son necesarios para
una buen estado físico y mental, y también inciden en la cognición y en los trastornos
de DISLEXIA
(en especial los omega-3, que a su vez parece que tiene una incidencia en la
mejora cognitiva en casos de Alzheimer, control de peso, del colesterol y la
prevención del cáncer). En un congreso
Europeo se presentó un estudio en el que se confirmaba que un buen índice de ácidos
grasos Ω-3 mejoraba la dislexia incluso en individuos adultos.
En los
procesos ansiosos tal y como ocurre con la depresión el tratamiento farmacológico
no podrá producir el efecto deseado si el paciente no está bien nutrido, a esto
se le llama refractariedad
al tratamiento.
El
tratamiento de la ansiedad con benzodiacepinas crea dependencia, tolerancia y
abstinencia, además de efectos colaterales como afectación de la memoria, la
atención, el aprendizaje y la capacidad visual y espacial. Está indicado para
tratar el insomnio por un tiempo no superior a 4 semanas, y para el tratamiento
de la ansiedad por un tiempo no superior a 12 semanas, la deshabituación ha de
ser siempre progresiva. Otras medicaciones que suelen prescribirse son los
fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, y los
recaptadores de noradrenalina, la pregabalina, la gabapentina, y los
antipsicóticos quetiapina y olanzapina.
La mejor opción es contar con un profesional de la salud mental que valorará en que situación nos encontramos y nos ayudará a encontrar las mejores opciones para afrontar estos procesos de salud, aunque también hemos de tener en cuenta que somos cocreadores de nuestro estado de salud y todo lo que hagamos en coherencia y paralelamente con la voluntad de unos buenos hábitos de vida, de alimentación y de información en terapias complementarias, basadas en la evidencia científica y con asesoramiento de también profesionales de la salud, revertirá en el éxito de una vida natural.
La mejor opción es contar con un profesional de la salud mental que valorará en que situación nos encontramos y nos ayudará a encontrar las mejores opciones para afrontar estos procesos de salud, aunque también hemos de tener en cuenta que somos cocreadores de nuestro estado de salud y todo lo que hagamos en coherencia y paralelamente con la voluntad de unos buenos hábitos de vida, de alimentación y de información en terapias complementarias, basadas en la evidencia científica y con asesoramiento de también profesionales de la salud, revertirá en el éxito de una vida natural.
Dentro
de la fitoterapia
encontramos estudios que abordan la ansiedad, entre las plantas que serían
beneficiosas por incidir en los procesos mentales y físicos encontramos:
La Pasiflora
que incide sobre el insomnio, la hiperactividad, y los temblores.
La Valeriana y la Melisa que inciden en el clico del sueño.
La Manzanilla
que es un ansiolítico menor y tiene actividad GABA érgica.
La Menta
que incide en los trastornos gastrointestinales.
El Tilo,
con grandes niveles de vitamina C, es un ansiolítico, sedante, antiespasmódico,
antiinflamatorio, analgésico menor y diaforético.
La Lavanda,
muchos estudios señalan a la lavanda como un gran relajante, ansiolítico y antidepresivo
que mejora el estado de ánimo. Es útil en la modalidad de aceite esencial.
El Azafrán es útil en la depresión de leve a moderada, igual que el Hipérico.
Por
último debemos añadir que el ejercicio físico también incide en la salud mental,
siendo menos probable la toma de antidepresivos en personas que realizan
ejercicio de manera habitual, ya que estimula producción de químicos favorables
a la salud mental, incrementa las relaciones interpersonales, la autoestima y
la autoconfianza.
Estos procesos
se convierten en un estado de sufrimiento y esclavitud por acompañarse de la
desesperanza de no poder controlarlos, además de que a medida que pasa el tiempo
estos estados pueden hacerse más profundos e implican el riesgo de desconexión con
el corazón y la pérdida del sentido de la vida. Se puede iniciar un proceso de
desarraigo con la naturaleza de la propia
esencia, con la capacidad de sorprenderse, de confiar y con la unión a la conciencia
divina. Es por esto último que siempre hemos de acompañar nuestra vida de la
auto observación e identificación de nuestros patrones mentales y de la búsqueda de
informaciones que nos ayuden a recuperar esa chispa divina, que nos hace sentir
la ilusión de saber que somos seres sostenidos por el amor universal.
Desde
el ZEN queremos dar una oportunidad de esperanza, dando recursos de
conocimiento y técnicas como la meditación y la respiración consciente, que nos
acercan poco a poco a la atención plena, a la quietud y a una mente discerniente al servicio del
corazón.
- Celorio G, Mota M.A. Salud Mental y nutrición: una revisión sistemática. Marzo, 2016.
- Fernández M, Rodríguez I, López M.I. Suplementos nutricionales en el transtorno de ansiedad. Actas Esp.Psiquiatría, 2017.
- López V, Nielsen, Solas B, Ramírez M, Jäger AK. Exploring Pharmacological Mechanisms of Lavender (Lavandula angustifolia) Essential Oil on Central Nervous System Targets. Frontiers in Pharmacology, 2017.
- Matsumoto T, Asakura H, Hayashi T. Does lavender aromatherapy alleviate premenstrual emotional symptoms? a randomized crossover trial. Biopsychosocial Medicine, 2013.
- Savage k, Firth J, Stough C, Sarris J. GABA –modulating phytomedicines for anxiety: A sistematic review of preclinical and clinical evidence.Phytoterapy research, 2018.
- Rodríguez A, Solano, M. Nutrición y salud mental: revisión bibliográfica. Revista de postgrado de psiquiatría UNAH, 2008.
- Valenzuela R, Bascuñán K, Valenzuela A, Chamorro R. Ácidos grasos omega-3, enfermedades psiquiátricas y neurodegenerativas: un nuevo enfoque preventivo y terapéutico. Revista Chilena de Nutrición, 2009.